21 de abril, Día de la Batalla de Las Carreras
Batalla de las Carreras |
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Atravesando la línea de las dos nacionalidades, el
presidente Souluque invadió el territorio de la República el 5 de marzo de
1849, al mando de un ejército numeroso de 18,000 soldados bien armados,
iniciando su avance para reconquistar la naciente nación dominicana. Ante
este hecho el presidente dominicano Manuel Jiménez, quien comandaba sus tropas
desde el cuartel general de Sabana Buey, en Baní, llamó a la movilización
general.
Pero a pesar de la táctica de guerra de guerrillas
y el hostigamiento en los caminos del sur, el valor y capacidad combativa de
gladiadores como el general Antonio
Duvergé Duval, la superioridad numérica, el equipamiento y la
traición de oficiales dominicanos como Valentín Alcántara, que cobardemente
hicieron pírrica resistencia a los haitianos, fomentando la insubordinación y la
indisciplina, provocaron que fuéramos derrotados en los campos de Azua, y no
obstante la resistencia en El Cajuil y las Matas de Farfán, el Corozo y Tábara
Arriba, el 6 de abril de 1849, un Viernes Santo, Azua fue tomada por las tropas
haitianas.
Ante el panorama descrito precedentemente, el
presidente Manuel Jiménez, con sus generales desbordados por la indecisión e
incapacidad de contener militarmente el avance de las huestes haitianas, emitió
un decreto el 2 de abril de 1849, instruyendo al general Pedro Santana,
quien se encontraba retirado en su hato en El Seibo para que se hiciera cargo
del entonces desmoralizado ejército dominicano, quien al tomar el mando ordenó
apresar al militar traidor Valentín Alcántara y lo envió a Santo Domingo a
bordo de la fragata Cibao.
Una vez recuperada la autoridad y la moral perdida,
Santana designó a oficiales con reconocido don de mando en posiciones
claves, como es el caso del general Antonio Duvergé, a quien encargó del
puesto del Alto del Número, asistido del coronel Francisco Domínguez.
A la flotilla naval, que estaba al mando del
almirante Cambiasso, con la fragata Cibao como buque insignia, además de las
goletas General Santana, 27 de Febrero, y Constitución, se le ordenó
cubrir la costa sur, desde Playa Grande a Palmar de Ocoa, con la
misión de obligar al ejército haitiano a que abandonara el camino
de la costa, y se viera precisado a desviarse por montañosas e inhóspitas
rutas hasta el teatro de operaciones de El Número, forzándolos a que bajaran al
río Ocoa. En efecto, la presencia de la flotilla naval en el litoral sur obligó
a que el enemigo se desviara de la zona costera, retardándose y
agotándose, enfilando directo a la emboscada que le tenían preparada los
centuriones dominicanos Duvergé y Domínguez.
La estrategia de Santana fue exitosa, pues el
ejército haitiano fue desgastado y derrotado por las tropas al mando del
general Duvergé en El Número.
El 18 de abril el resto del ejército haitiano se
dirigió al cantón de Las Carreras, y tan pronto el general Santana se enteró de
la arribada de la tropa enemiga al punto acordado, se dirigió al teatro de
operaciones a organizar el ataque en los llanos ribereños del río Ocoa, dividiendo
las tropas dominicanas en cuatro regimientos. Se preparaba para una lucha
desigual, pues debía enfrentar a 15,000 soldados haitianos, bien entrenados y
equipados con caballería, gendarmería, lanceros, metrallas y cañones, contando
apenas con 800 bravos soldados dominicanos.
Siendo aproximadamente las cuatro de la tarde del
21 de abril del año 1849, los haitianos empezaron a cañonear las posiciones
dominicanas con una pieza de artillería emplazada en un cerro, apoyando con su
fuego sistemático el avance de sus tropas de infantería y caballería que
intentaban forzar el paso en el río Ocoa, produciéndose allí un cerrado tiroteo
que no permitió al enemigo alcanzar la orilla opuesta, lo que fue aprovechado
por el mando militar criollo para contraatacar, mediante un asalto de arma
blanca y una carga de la caballería que comandaba el coronel Ferrer. El general
Santana ordenó a su escolta atacar haciéndose cargo de esa operación.
Los haitianos abandonaron en precipitada fuga el
campo de batalla, quedando los regimientos enemigos 2 y 30, devastados casi por
completo.
En esta batalla los invasores perdieron a
tres generales, además de que sufrieron grandes bajas entre sus oficiales.
Frente a tal desastre, el remanente del ejército haitiano se retiró buscando
refugio en las alturas, ya que la oscuridad de la noche impidió que los
dominicanos explotaran el éxito. Después de esta importante derrota inicial
infringida a los haitianos, el general Santana, previendo un contraataque que
permitiera al enemigo, con una fuerza militar muy superior, penetrar con una
potente embestida nuestras frágiles defensas, ideó otra estrategia ordenando al
coronel Domínguez alejarse con cien hombres hacia la línea enemiga cruzando el
río Ocoa, para luego al sonido del toque de retirada haitiana de cornetas y
tambores, regresar, atacando por el flanco izquierdo enemigo de norte a
sur, haciendo parecer que a las tropas nuestras les habían llegado refuerzos,
sembrando el pánico y la duda en la retaguardia del ejército haitiano, precisamente
en momentos en que, en otra zona del teatro de guerra, tropas haitianas
penetraban nuestras defensas cruzando el río. Dichas columnas
retrocedieron por orden superior siendo aniquiladas por nuestro ejército, al
machete, cuando confundidas y llenas de pánico retrocedían en desbandada camino
a sus posiciones anteriores de combate.
Con estas acciones, la moral y fortaleza combativa
fue recuperada por nuestras tropas, ya empuñando la espada de Aquiles, tomando
la ofensiva y atacando por las alas derecha, izquierda y el centro.
El 23 de abril el invasor emprendía la retirada por
la costa al compás del bombardeo de nuestra artillería naval de 30
cañones, desde Playa Grande a Caracoles, las derrotadas tropas haitianas, no
sin antes incendiar a su paso los poblados de Azua y San Juan de la Maguana.
Es así como después de haberse abonado las
ubérrimas tierras dominicanas con sudor y sangre, el 6 de mayo de 1849 volvió a
desplegarse en nuestros pueblos fronterizos del sur, nuestra Enseña
Tricolor.
Santana como mejor espada libertadora
Con este triunfo el general Pedro Santana se había
consagrado como nuestra espada libertadora más destacada, estratega vencedor de
la Batalla de Las Carreras, y muro de contención de otro intento de invasión
haitiana, pero manchó la estela de gloria que le adornaba, descendiendo al
averno más oscuro y profundo, cuando en adición a su traidor proceder
anexionista, desterró al Padre de la Patria Juan Pablo
Duarte y a toda su familia, ordenando el fusilamiento de
próceres como María
Trinidad Sánchez, su hermano Andrés, Francisco del Rosario Sánchez,
Antonio Duvergé, los hermanos Puello, José Contreras y Cayetano Germosén.
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